Hace 14 años, la vida de Erika cambió para siempre. Tenía solo 23 años. Un accidente le arrebató la movilidad en sus piernas y a su pequeña hija de apenas 4 meses de nacida.
Diez años le tomó asimilar lo ocurrido. Diez años para aprender a vivir sin su hija, para salir adelante con su condición física y reconstruirse desde el dolor más profundo.
“Desde hace 5 años, apenas acepté, que soy una mujer con discapacidad hasta que me muera”, indicó.
“Han sido 14 años de este accidente que he juntado todo ese dolor, todo ese sufrimiento porque no nadamas me cambió mi manera de caminar sino también murió mi hija que pues me cambió la vida, murió una parte mi corazón”.

Hoy, Erika no solo vive, se levanta todos los días para inspirar a otros.
Desde hace más de un año emprendió un pequeño negocio de sándwiches al que llamó, con ironía y valentía, "Maldita Lisiada".
“Porqué la "Maldita Lisiada", ahí está, tú no te atreviste a decirlo, hay mucha gente que no se atreve por lo fuerte que suena, a lo mejor la "Maldita Lisiada" es algo muy fuerte que está acostumbrada a ver a la persona con discapacidad".

Todos los días, desde las 3:00 horas, se prepara para estar antes de las 7:00 en la estación Exposición del Metro, donde se instala bajo un árbol, a un costado de la calle Plutarco Elías Calles.
No hay cajones azules, así que deja su auto donde puede, y aún así, con una sonrisa, comienza su jornada.
A las 10:00 guarda todo y arranca su segundo trabajo: ser conductora de aplicación. Lleva a otros a su destino, mientras ella sigue trazando el suyo.

Erika encontró una comunidad en sus redes sociales. A través de transmisiones en vivo, comparte su día a día, frases motivadoras y, sobre todo, un mensaje claro: "Valora tu movilidad".
Su historia ha tocado corazones. Las visitas se multiplican, las donaciones llegan y ella las convierte en lonches para regalar.
“Me merezco una oportunidad después de todo lo que he vivido y pues no sé, el dolor lo vengo convirtiendo en sabiduría para entender lo que ha pasado”, expresó.
Erika es madre de dos: un joven de 21 años y una niña de 10, Victoria. Y fue Victoria, dice, quien llegó para enseñarle a entender, para ayudarla a sanar.
“Sí se puede, si la "Maldita Lisiada" puede, yo creo que todo se puede, entonces no existe límites, mientras que estemos vivos yo creo que tenemos oportunidad”.
