Debido a la sequía en la presa La Boca, negocios del sector, como los dedicados a los catamaranes, han tenido que despedir a empleados por el bajo nivel de agua.
Y quienes pueden reconvertir su empleo lo hacen, como Óscar Silva, quien era capitán de las embarcaciones, y ahora ayuda a su patrón.
Desde el malecón, de pie, con calor y bajo el agobiante sol, permanece afuera del local promocionando el establecimiento, invitando a los pocos paseantes y a los automovilistas a entrar al negocio para consumir los alimentos.

Las embarcaciones suspendieron la navegación, porque por el bajo nivel del embalse se corre el riesgo de que el motor choque con los relieves y las piedras que hay bajo el agua, y pueda ocasionar una tragedia.
“El patrón de nosotros ya optó por parar los paseos, ya no están saliendo las embarcaciones, tenemos dos semanas que recogimos tarimas, recogimos todo y ya no estamos trabajando”, explicó.
Aseguró que, al menos, cerca de 20 trabajadores se quedaron sin laborar en los catamaranes.
La mayoría se fue porque, aunque pudo reconvertir su empleo, ya no quisieron estar bajo el sol.
Lamentó lo que les ocurre: en el 2022, tras dos años de situación crítica que hasta entonces llevaban por la pandemia del Covid-19, esperaban recuperarse; pero vino la sequía de ese mismo año, y ahora, en el 2023, vuelven a sufrir por una nueva crisis de agua.
