Cuando el frío es fuerte, duelen hasta los huesos. Migrar en México es sobrevivir a las heladas en los montes o sobre el tren. A veces solo queda moverte para que la muerte no te congele, otras veces te pones latas con brasas en tu cuerpo. Las personas en condición de migración sobreviven al invierno para lograr sus sueños.
“Dan hipotermia, miramos un muchacho allá morir en Zacatecas; sí lo vi tieso en el tren porque ya no se aguantaba, hasta niños que traían los venezolanos”, recordó Selvin, originario de Honduras.
En Monterrey, las casas que apoyan a personas en migración están rodeadas de sábanas y colchonetas donde descansan antes de seguir su camino; Selvin de Honduras y Jaqueline de Venezuela, son dos historias de lucha contra un clima al que no están acostumbrados.
“La verdad así es nuestro camino, con peligro; no se aguantan las cobijas, se ponen hielo; aguantar y parado si uno va en el tren ya no se puede tirar uno porque lo matan”, recuerda Selvin ya en Monterrey.
Selvin salió de Honduras y empezó su camino de Tapachula, Chiapas, a Monterrey hace dos semanas. Fue en Aguascalientes donde sintió el primer frío fuerte y en Zacatecas donde aferrarse a la vida era no dejar de moverse.
“Pararse y hacer movimiento en los pies para que se vayan calentando. Ya llega el momento que hasta dolor de hueso le da a uno; pues uno solo encomendarse a Dios y seguir adelante”, mencionó el hombre al recordar su viaje por México.
A Jaqueline también le dolieron los huesos en el monte, sentía la sangre congelarse y en su condición de embarazo, no podía dejar que su temperatura bajara. Su esposo aprendió a darle fuego y fue así como la joven aún espera a su quinto hijo.
“En una él me tuvo que poner fuego por dentro porque me estaba dando a mí; que se congela la gente, digamos; él aprendió en el militar, le meten fuego para calentar a la gente, cuando se le está congelando la sangre. Con una lata con brasas”, Jaqueline contó cómo sobrevivió a las bajas temperaturas.
Cuando el fuego entró en su sangre, volvió a respirar y el dolor de huesos disminuyó. Nunca sintió un frío así en la costa de Venezuela, ahora, con una casa de campaña afuera de Casa Indi en Monterrey, teme que no será suficiente.
“Ahorita estamos más preparados, nos regalaron unas carpitas, pero no, solo eso es lo que tenemos; no lo debería decir, la verdad, pero sentimos que vamos a necesitar más; a ver si nos toca hacer colaboración de pedir para irnos a pasar, aunque sea dos días a un lugar más cómodo”, dijo la mujer que viaja con cuatro de sus hijos y otro más en espera a nacer, además de su esposo.
Las personas en condición de migración lucharán por los fríos que tengan que enfrentar y lograr su sueño, pues para ellos, todo es mejor que volver a la vida que dejaron en sus países, como Honduras o Venezuela.