Era un 19 de septiembre de 1985, el reloj marcaba las 7:19 horas y la Ciudad de México, aún bostezaba entre sus rutinas.
Pero bajo sus calles, la tierra ya se preparaba para sacudirse con furia.
Ocurrió, un sismo de magnitud de 8.1, que no solo partió edificios, sino también almas.
Mónica del Valle se encontraba en su escuela, en Ciudad Satélite, cuando recibió un aviso que le cambiaría la vida, porque su familia se encontraba en la zona cero.
Mónica caminó entre el caos. A cada paso, las calles le mostraban una postal diferente del desastre, el sistema nacional de sismología estimó hasta 40 mil muertos.
Su familia se encontraba bien, el alivio fue inmediato, pero breve, porque aún su mente no procesaba ver la destrucción y la muerte, en lugares donde antes sonreía.
Pero al igual que una gran cantidad de civiles, no podía quedarse quieta. Algo dentro de ella, la empujó a ayudar.
A 40 años de aquel 19 de septiembre, Mónica sigue recordando y lo que más se le quedó grabado no fue la tragedia, sino el murmullo constante de la solidaridad del pueblo mexicano.