Instalarán menonitas nuevo campo para alejarse de la vida mundana

Para alejarse de la vida mundana que ya los invadió, un grupo de 100 familias menonitas de Zacatecas y Durango fundará un nuevo campo en la región más alejada del municipio de Mazapil

El grupo, integrado por aproximadamente 700 personas y encabezado por Jacobo Giesbrecht Martens, comenzará a mudarse el próximo 21 de abril, para iniciar la fundación del campo habitacional "Las Palmas". Se trata de un intento de los menonitas del campo La Honda de alejarse de la mancha urbana que poco a poco los penetró, a tal grado que algunos jóvenes de los 18 campos de este municipio ya enfrentan problemas de alcohol, drogas y de sexualidad. "Los narcomenudistas entraron a la comunidad menonita disfrazados de vendedores de frutas o de mendigos", afirmó Giesbrecht Martens, quien dijo no estar dispuesto a dejar que sus hijos sean víctimas de adicciones, ni que olviden sus raíces, religión y costumbres. En ese intento por mantener el aislamiento en que se encuentran, dijo que convenció a un grupo de vecinos y parientes de Zacatecas y Durango, de construir un nuevo campo habitacional alejado de todo. El campo "Las Palmas" será ubicado sobre 16 mil hectáreas de tierra en Mazapil, gracias a la compra de los ranchos El Poder de Dios, La Gloria, San José de Lobos, Santa María y el Indio. Los pueblos más cercanos son Concepción del Oro y Mazapil, a unos 60 kilómetros de distancia. "Ahí no hay nada. Hay que construir las viviendas, los caminos y preparar la tierra para la ganadería y la siembra", aseguró el líder menonita, mientras con su dedo índice señaló en un mapa el lugar donde iniciarán la nueva vida. "Los que nos vamos coincidimos en que es necesario alejar a nuestros hijos de las drogas, el alcohol y "las mujeres que se venden´, porque ya estamos tan cerca de Miguel Auza, que los jóvenes se van al pueblo. Un 10 por ciento de ellos ya tiene problemas de adicción", dijo. Giesbrecht Martens mostró su preocupación porque alguno de sus cuatro hijos, como el mayor de 15 años, se relacionen con la vida mundana, cuando el propósito de sus antepasados fue el de alejarse de toda sociedad para practicar su religión menonita. Por sus cinco hijas no tiene inquietud, porque ya están casadas. En tanto, el jefe de familia explica cómo realizarán la fundación del nuevo campo menonita, su esposa, Elena, prepara manualmente la masa para el pan del día. Sus tres hijos y su nieta la observan, sentados alrededor de la mesa de la cocina. La comunicación entre la familia y con la comunidad es en alemán bajo (antiguo). La mayoría de los hombres y una mínima cantidad de mujeres hablan el español. La enseñanza de los 12 años de escolaridad de los niños es precisamente en su lengua materna y esa la conservan durante la etapa adulta. Ante la mirada de los intensos ojos azules de los niños rubios, el padre destacó que en la nueva comunidad cada una de las 100 familias poseerá hasta 50 hectáreas de tierra para labranza y ganadería, porque en su actual ubicación hay quienes sólo tienen media hectárea. Los menonitas son una comunidad que confía en el prójimo. Tienen una fábrica comunitaria de queso a la que mandan la leche y es la actividad económica que les da para la subsistencia cotidiana, unos 400 pesos diarios. La agricultura de avena, maíz, frijol y chile les permite ingresos adicionales para poder cubrir otras necesidades no básicas. Jacobo hasta tenía un taller de herrería, el cual cerró hace seis años cuando fue elegido y dos veces reelecto líder menonita de los 18 campos de esta localidad. A la familia Giesbrecht no le importa dejar el campo número 2, en el que actualmente vive y en el que cuenta con servicios, una escuela, un panteón y hasta un centro de salud, que en breve comenzará a funcionar por insistencia del gobierno estatal. Lo que quieren es alejarse de la vida urbana, contrario a lo que muchos grupos humanos buscan que es la interrelación, la comunicación y el acceso a los avances tecnológicos. Ellos ni siquiera ven televisión. Mientras los Giesbrecht intentan continuar con su aislamiento, los hermanos Aarón y Peter Thiessen se manifiestan contentos de vivir en La Honda, donde atienden el campo de sus padres y viven en la misma casa con sus cuatro hermanos y cuatro hermanas, ordeñando diariamente mil litros de leche y sembrando principalmente maíz. Actualmente la comunidad menonita de Miguel Auza está integrada por siete mil personas, que se mantienen básicamente de la agricultura y la ganadería. Los menonitas, de origen alemán, quienes llegaron a Zacatecas en 1964, desean mantener su aislamiento, preservar sus costumbres y profesar la religión que les heredó Menno Simons, por ello unos cuantos decidieron irse a lugares aislados. Sin embargo, la presencia de este grupo de alemanes en México data de 1922, cuando el presidente Alvaro Obregón les permitió la entrada a través de un decreto y mediante el cual ellos no están obligados a hacer servicio militar, no prestan juramento a la nación y tienen libertad de educación y religiosa para sus hijos e hijas.


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