El que esté libre de mentira...

Inventar ficciones para evadir responsabilidades o para ahorrarse líos lo hacemos todos. Sin embargo, los científicos se han encargado de descubrir hasta los mínimos detalles del acto de mentir

Esta es la verdad sobre la mentira.Hoy, como todos los días, usted ha dicho o va a decir, mínimo cuatro mentiras. Lo afirman varios estudios: mentimos entre cuatro y veinte veces diariamente. Es decir que si tenemos una vida larga, podemos superar las ¡cien mil mentiras! Claro, suelen ser mentiras triviales, que no hacen daño y, al contrario, sirven para sobrellevar las relaciones (como el "qué gusto verte" o el "pensé en llamarte", que siempre sacan de aprietos)."La mentira es uno de los rasgos que nos distingue de los animales", afirma el psiquiatra francés Gilbert Maurey, autor de un libro sobre el tema. Y va más allá: las relaciones entre humanos serían imposibles sin mentiras. Se miente para salir de un lío, para eludir una responsabilidad, por inseguridad o por placer. "Cuando la gente ve su autoestima amenazada, empieza a ocultar la verdad", agrega Maurey. Hay estudios, incluso, que señalan los tres años como la edad del posible inicio en el mundo de las mentiras.Pero aunque sean parte de nuestra naturaleza -no se incluye al mitómano, para el que la mentira se vuelve compulsión- siempre ha existido el interés en distinguir al mentiroso del que dice la verdad. En siglos pasados se emplearon métodos curiosos, por decir lo menos: la Inquisición definía que una persona era mentirosa si se atragantaba con el pan y el queso que la obligaba a tragar con la boca seca. Pero si hay una verdad en esto, es que los seres humanos somos malos detectores de mentiras: un estudio de la revista New Scientist mostró que ni siquiera profesionales que tienen que ver con el tema (policías, terapeutas, jueces) superan el 54 por ciento de aciertos al detectar al mentiroso.Y es que no es tan fácil como suele recitar ese viejo adagio que reza que "el mentiroso cae primero que un cojo". Expertos, entre ellos el filósofo italiano Andrea Tagliacarne, a rman que los que mienten no suelen ser tontos: "Para mentir se necesita inteligencia -dice-. Supone tener el conocimiento de la verdad y entrar en la mente del interlocutor. La mentira es una estructura compleja, teatral. El mentiroso es un creador".Algunos se han lanzado con pistas para descubrir al mentiroso: cambios en el tono de la voz, verificar si se ruboriza, si parpadea más de la cuenta, si se le dilatan las pupilas, si muestra las palmas de las manos, si esconde los pies, si esquiva la mirada, si se distancia del interlocutor... En fin. Señales físicas de ese tipo son las que buscan herramientas como el polígrafo, creado a principios del siglo pasado y que, no obstante, sigue sin alcanzar una confiabilidad del ciento por ciento.El hecho de que el mentiroso vaya dejando señales como migas de pan tiene una explicación: como los seres humanos no fuimos hechos naturalmente para la mentira, cuando vamos contra la verdad el cerebro se tiene que esforzar. "Nuestro cerebro está listo para decir la verdad -afirma el profesor Daniel Langleben, de la Universidad de Pensilvania-. En cambio, para mentir necesita organizarse y trabajar extra".Langleben dirigió una investigación con más de cien personas en la que usó la resonancia magnética cerebral funcional. Concluyó que en el cerebro de los que mienten se activan zonas diferentes a las que se activan cuando se dice la verdad. Lo que Langleben hizo fue emplear la imagen cerebral como una moderna máquina de la verdad: sin necesidad de que la persona hable, puede saberse, según los investigadores, si está mintiendo con un 99 por ciento de precisión. El año pasado se aceptó su uso por primera vez durante un juicio contra una mujer acusada de asesinato en la India, quien se sometió de forma voluntaria a la prueba y al final fue condenada. Sin embargo, a este método todavía lo rodean interrogantes como el de qué pasa con quienes se creen su mentira como si fuera verdad y no tienen conflicto entre una y otra: ¿registran actividad diferente o pasan la prueba?El mundo de los que mienten deliberadamente y con el objetivo de engañar ha causado tal curiosidad entre los científicos que algunos estudios han ido más allá. Una investigación de la Universidad de California señala que no solo el cerebro muestra una imagen diferente al mentir, sino que estructuralmente es diferente: tiene un 14 por ciento menos de materia gris y un 22 por ciento más de materia blanca en la corteza prefrontal. La reducción de materia gris los predispone a mentir y el exceso de blanca a hacerlo.Con más o con menos materia blanca o gris, los mentirosos encuentran su espacio fértil en determinados terrenos. Para el psiquiatra Gilbert Maurey, la política, la publicidad e incluso el mundo de la pareja, suelen ser áreas abonadas para los mentirosos. "El discurso político no puede existir sin la mentira", afirma (y ejemplos de ello podrían llenar páginas). Mentiras en la oficina, en la casa, en el colegio, en la habitación. Mentiras blancas y también oscuras. "Pese a la condena moral es un hecho incuestionable. Lo necesitamos para vivir", escribió Ignacio Mendiola, autor de Elogio de la mentira. Puede ser. Pero cuánto no darían algunos por tener un lazo como el que usaba la Mujer Maravilla para obligar a decir la verdad. ¿Recuerdan ese lazo? Lástima que también fuera otra gran mentira....Se te crece la nariz"Mi mayor error fue creer que había armas de destrucción masiva en Irak", ex presidente George Bush, diciembre de 2008."No tengo ninguna relación con DMG", Alfázar González, ex consejero presidencial para las regiones, diciembre de 2008."Pido a los captores que lo devuelvan sano", Orlando Pelayo, tras la desaparición de su hijo Santiago, septiembre de 2008.Una mentira de colección:"No tuve relaciones con esa mujer", Bill Clinton sobre su affaire con Mónica Lewinsky. 1998Fuente: eltiempo.com


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