La reina Isabel II fue reconocida mundialmente por su amor a los corgis. Al morir en 2022, dejó a sus dos mascotas, Muick y Sandy, bajo los cuidados del príncipe Andrés y su exesposa Sarah Ferguson, quienes residían juntos en Royal Lodge, una propiedad de 40 hectáreas en Windsor.
Pero tras la decisión del Palacio de Buckingham de retirar a Andrés de la residencia y despojarlo de sus últimos privilegios, creció la incertidumbre sobre el destino definitivo de los famosos corgis. El comunicado oficial únicamente señaló que “los corgis se quedarán con la familia”, sin precisar con cuál de sus integrantes: Andrés, Sarah, la princesa Eugenia o la princesa Beatriz.

A la situación se suma que la expareja también tenía otros cinco perros, lo que complica la logística del reacomodo. Andrés será trasladado a una propiedad en Sandringham, mientras que no se ha definido públicamente dónde vivirá Sarah Ferguson.
La crisis pública del príncipe Andrés, derivada de su vínculo con Jeffrey Epstein, detonó acciones severas del rey Carlos III para proteger la imagen de la monarquía, incluyendo el retiro de su último cargo militar.

En el Reino Unido, los corgis se han vuelto símbolo emocional del legado de Isabel II. En redes, miles de británicos expresan preocupación por el futuro de los perros, habituados a amplios jardines y cuidados especiales. Su destino final, más que mascota, representa una conexión viva con la memoria de la monarca.