Una fuerte tormenta volvió a ser una amenaza para el Metro de Nueva York, cuyas estaciones se vieron severamente afectadas por intensas filtraciones de agua.
Las filtraciones de agua hacen que el agua que cae desde el techo sea como una auténtica cascada, inundando tanto los vagones como las vías. La fuerza de la filtración impidió a los usuarios subir sin mojarse por completo.
También se revela cómo el agua invade el vagón, afectando el trayecto y generando preocupación entre los pasajeros.
La situación ha reavivado el debate sobre las condiciones de la infraestructura del sistema de transporte subterráneo, inaugurado en 1904. Más de un siglo después, el desgaste estructural, la falta de mantenimiento adecuado y el incremento de lluvias extremas derivadas del cambio climático han vuelto al Metro neoyorquino vulnerable.
Expertos de la Autoridad Metropolitana de Transporte (MTA) advierten que este tipo de eventos serán más frecuentes y severos en las próximas décadas. Proyecciones estiman que en 25 años, las tormentas torrenciales podrían provocar daños aún mayores si no se actúa a tiempo con planes de modernización y resiliencia climática.