Encuentran virus inofensivos en cepillos de dientes
Un reciente estudio llevado a cabo por microbiólogos de la Universidad Northwestern en Illinois ha revelado que cepillos de dientes y cabezales de ducha albergan una enorme cantidad de virus, específicamente bacteriófagos o "fagos".
Aunque el hallazgo podría parecer alarmante, los científicos aseguran que estos virus no representan una amenaza para los humanos, ya que su función principal es atacar a las bacterias y no a las células humanas.
Erica M. Hartmann, microbióloga y profesora asociada en ingeniería civil y ambiental de la Escuela McCormick de Northwestern, destacó la asombrosa cantidad de virus presentes en estos objetos cotidianos.
Hartmann señaló que los fagos son virus especializados que infectan exclusivamente a bacterias, un tipo de microorganismo abundante en todos los entornos.
La investigación, publicada en la revista Frontiers in Microbiomes el pasado 9 de octubre, sugiere que estos virus podrían ser herramientas útiles para combatir infecciones bacterianas que actualmente muestran resistencia a los antibióticos.
🧬 #Infecciones| Un estudio de la @NorthwesternU ha revelado que los cabezales de ducha y cepillos de dientes albergan virus no identificados antes, llamados bacteriófagos, que podrían ser clave en la lucha contra infecciones resistentes como la #tuberculosis@ericamhartmann…
— iSanidad (@isanidad) October 21, 2024
Los bacteriófagos han despertado gran interés en la comunidad científica por su capacidad de atacar bacterias específicas, incluyendo aquellas que han desarrollado resistencia a los antibióticos.
Dicho fenómeno, conocido como resistencia bacteriana, se ha convertido en un problema crítico en la medicina, ya que muchos antibióticos que antes eran eficaces están perdiendo su poder frente a bacterias que han evolucionado para evadir su acción.
El uso de fagos como alternativa a los antibióticos no es nuevo: en la década de 1920, Felix d’Herelle utilizó bacteriófagos en la entonces Unión Soviética para tratar enfermedades como el cólera y la fiebre tifoidea.
En los países occidentales, el descubrimiento de la penicilina y la introducción masiva de antibióticos en los años 40 relegaron la terapia con fagos.
Sin embargo, en regiones como Rusia, Georgia y Polonia, la investigación sobre el uso de bacteriófagos continuó y ha cobrado relevancia en los últimos años ante el aumento de infecciones resistentes a los antibióticos.
De acuerdo con información del Sistema Nacional de Salud, las bacterias pueden desarrollar resistencia a los antibióticos a través de distintos mecanismos.
Uno de estos es la producción de enzimas que desactivan los medicamentos; otro mecanismo es la alteración de sus propias estructuras para impedir que el antibiótico actúe de manera efectiva.
Además, algunas bacterias son capaces de modificar su lugar de acción para evitar que el antibiótico las afecte.
Ante estos desafíos, Hartmann destaca que los virus presentes en nuestro entorno podrían ser la clave para enfrentar la resistencia bacteriana.
Los microbios están en todas partes y la gran mayoría no nos causa daño, afirma la microbióloga, quien recomienda que, en lugar de intentar erradicar todos los microorganismos con desinfectantes, se deberían aceptar como parte de un equilibrio natural.
Cuanto más los atacamos, más probable es que desarrollen resistencia, añadió.
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