Las puertas abiertas del cine iraní

Más de cien películas producidas al año y los miles de puestos callejeros de venta de DVD dan fe de la pasión en Irán por el cine. Un arte que sirve de vía de escape para el público, lienzo social para los creadores y forma de aproximación al país

El nuevo cine iraní arranca con la revolución que convirtió a Irán en república islámica en 1979. Fascinado por La vaca (Dariush Mehrjui, 1969), el ayatolá Jomeini advirtió el poder propagandístico del cine y declaró, al subir al poder, que "es un invento moderno que ha de ser utilizado para educar al pueblo". Desde entonces, Irán fomenta, bajo férrea censura, la cinematografía estatal.Hechizando al mundoMohamed Jatami, ministro de Cultura en los ochenta y presidente de 1997 a 2005, permitió la exportación del cine patrio, con una respuesta entusiasta. Godard dijo que "el cine empieza en D. W. Griffith y termina con Abbas Kiarostami".Ganador de la Palma de Oro de Cannes con El sabor de las cerezas (1997) o la Espiga de Oro de Valladolid con A través de los olivos (1994), el cine del iraní Kiarostami reflexiona sobre el analfabetismo o el anquilosamiento moral de su patria."Me ha sido concedida la responsabilidad de contarle al mundo lo que sucede en Irán", escribía hace unos días en The Guardian Mohsen Makhmalbaf, portavoz de Husein Musavi (candidato reformista derrotado en las últimas elecciones) y la otra gran referencia del cine persa.Hablar de Makhmalbaf es hablar de compromiso: encarcelado por luchar contra el Sha en los setenta, fue muy crítico con el posterior Gobierno hasta su exilio en 2004. El ciclista o El silencio acrecentaron su leyenda, y su escuela de cine es semillero de talentos.Muchos de esos discípulos llevan, además, su apellido. Su esposa, Marzieh, retrataba la opresión femenina en El día que me convertí en mujer. Una de sus hijas, Samira, triunfó en medio mundo con La manzana, La pizarra o la reciente El caballo de dos piernas. Y Hana Makhmalbaf, el último eslabón de la saga, fascinó con Buda explotó por vergüenza con sólo 19 años.Mujeres y niños, primeroEsa precocidad no sorprende en un país donde casi dos terceras partes de la población no llegan a los 30 años. El protagonismo infantil es constante en el cine iraní: por El corredor, de 1985, Amir Naderi fue definido por el Washington Post como "el mejor director desconocido del mundo".El mismo Kiarostami otorgaba el protagonismo a menores en ¿Dónde está la casa de mi amigo?, Pan y callejuela o La hora del recreo. Y era a través de una niña como veíamos el moderno Irán en El espejo, de Jafar Panahi (que estrenó hace poco Off Side, sobre los niños y el fútbol).Como otra de las grandes víctimas de la represión estatal, la mujer también goza de gran importancia en el cine persa. Precisamente Panahi lo denunciaba en El círculo, ganadora del León de Oro veneciano en el año 2000.El papel femenino como motor de cambio social iraní se refleja en el número, valor y prestigio de sus cineastas. Rakhshan Bani Etemad es una de las más destacadas por obras como Gilaneh (sobre una mujer durante la guerra con Irak), y acaba de firmar un documental, Somos la mitad de la población iraní, donde preguntaba a los candidatos de las últimas elecciones por los derechos de la mujer.Desafío, igual a cambioOtras creadoras no han tenido tanta suerte con la censura. Mona Molla Khani está desaparecida desde 2005 por filmar una película sobre el suicidio femenino. Tahmineh Milani fue casi condenada a muerte en 2001 por The Hidden Half, aunque las protestas internacionales (encabezadas por Coppola, Scorsese o Sean Penn) le permitieron volver a pisar la calle. Ya libre, Milani rodó Alto el fuego, una de las películas más taquilleras de la historia del cine iraní y donde se atrevía a mostrar a un homosexual como uno de los protagonistas."La única forma de cambiar las cosas es desafiándolas", dice Milani, "porque ese desafío provoca discusiones. La gente tiene que hablar. Cuando podamos hacerlo llegarán los cambios".Mientras esos cambios llegan, una generación de brillantes realizadores permanecerá en el exilio. Babak Payami fue aclamado por El silencio entre dos pensamientos y El voto es secreto, donde preveía, en clave cómica, lo sucedido en los recientes sufragios.Moslem Mansouri rodó en 2002 The Trial, documental sobre el cineasta Ali Matini, encarcelado tres años y liberado tras prometer que nunca volvería a hacer cine.Otro de los nuevos talentos, Mona Bahman Ghobadi, también sabe mucho del tema: su novia, la periodista Roxana Saberi, estuvo cuatro meses encerrada por presunto espionaje al servicio de Estados Unidos. Ghobadi, que ha firmado Media luna o Las tortugas también vuelan, ganó un premio en Cannes gracias a Los gatos persas, pero no le sirvió de consuelo. "Mi vida es triste", decía Ghobadi, "quiero volver a Irán, pero no me dejarán filmar. Así que tengo que seguir huyendo a donde pueda hacer más películas".


Comentarios

copyright de contenido INFO7