Con manos temblorosas, pero el corazón firme, Salvador Blanco, originario de Texas, se despidió este año de una tradición que marcó su vida por casi cuatro décadas: el arreglo floral del Santo Cristo de la Capilla, en Saltillo.
Durante 37 años, fue el encargado de diseñar y colocar con esmero cada flor que adornaba la venerada imagen, como una forma de agradecimiento por lo que considera un milagro que le salvó la vida.
Fue hace poco más de 30 años cuando Salvador, entonces un joven con toda una vida por delante, estuvo a punto de ser enviado a la guerra.
Ante la incertidumbre, acudió al Santo Cristo y le hizo una promesa: “Sálvame de ir y te dedicaré cada año el arreglo floral”.
Su súplica fue escuchada, y desde entonces, fiel a su palabra, Salvador cruzaba la frontera desde Texas hasta Saltillo cada año, sin falta, para cumplir su promesa.

"Yo no soy de aquí, pero mi corazón siempre estuvo con el Santo Cristo. Esta flor es más que adorno, es mi forma de agradecerle por haberme salvado", expresó don Salvador conmovido.
El arreglo floral que durante años elaboró no era solo un acto decorativo, sino un símbolo cargado de significado. Entre las flores utilizadas destaca el nardo, una flor blanca de aroma intenso, que representa la pureza, la devoción y la entrega espiritual. Su fragancia, reconocible incluso a distancia, ha sido considerada desde tiempos antiguos como una ofrenda digna de lo sagrado.
“Siempre incluí el nardo. Su olor te envuelve y su color te recuerda que estamos ante algo más grande que nosotros. Es una flor pura, como la fe que tengo en el Santo Cristo”, explicó Salvador.
Otras flores como las gladiolas, que simbolizan la fortaleza y la fe inquebrantable, y los crisantemos blancos, que evocan paz y eternidad, también forman parte del arreglo tradicional, cuidadosamente elegido para rendir homenaje a la figura venerada por miles de fieles cada año.
Sin embargo, este 2025 marca un antes y un después. A sus 75 años, Salvador reconoce que su cuerpo ya no le permite continuar con la misma fuerza ni precisión.

Por ello, tras completar su arreglo número 37, ha decidido pasar la estafeta a un nuevo custodio de esta tradición: el señor Arturo Manzanares.
“Es su primer año, pero tiene el corazón y las manos para continuar esto. Le enseñé como me enseñaron a mí: con fe, con respeto y con amor”, comentó Salvador, orgulloso de quien ahora tomará su lugar.
Arturo, visiblemente emocionado, compartió que para él es un honor y una responsabilidad continuar con este legado.
“Don Salvador me dejó un gran ejemplo de fe y perseverancia. Espero estar a la altura de esta hermosa tradición”, señaló.
La historia de Salvador Blanco es un testimonio de esperanza, fe y gratitud.
Su entrega durante tantos años no solo ha embellecido las festividades del Santo Cristo, sino que ha sembrado un legado que seguirá floreciendo, flor por flor, en manos de quienes, como él, creen en los milagros y el poder de cumplir una promesa.